—Entonces. Déjame concederte el final que tanto anhelas.
Vitaliara saltó frente a Gabriela, sus ojos dorados ardiendo mientras su voz rugía en su mente. «¡Lucavion! ¿Qué estás haciendo?»
Él no vaciló, su agarre en el estoc firme. «Esto es lo mejor», pensó, su voz interior tranquila pero resuelta mientras dirigía sus pensamientos a Vitaliara. «Mírala».
Vitaliara miró hacia atrás a Gabriela, su forma celestial temblando mientras veía la verdad. Gabriela no se movió para protegerse. No protestó. Simplemente se sentó allí, sin vida, su mirada fija en la nada.
«¡Pero puede recuperarse!» La voz de Vitaliara se quebró con desesperación, su súplica resonando en su mente. «¡No está más allá de la salvación!»
Lucavion negó ligeramente con la cabeza, su sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión fría y pragmática. —La recuperación requiere un deseo de vivir —dijo suavemente, sus ojos nunca dejando a Gabriela—. Ella ya no tiene eso. Ya ha tomado su decisión.