Jayan se arrodilló en el suelo empapado de sangre, sus brazos temblando mientras intentaba estabilizarse. El peso de su cuerpo roto no era nada comparado con el peso que oprimía su mente—un torrente inevitable de recuerdos que había enterrado profundamente, ahora abriéndose paso de vuelta a la superficie.
Su cabello veteado de plata se pegaba a su rostro, enmarañado con sudor y sangre, mientras miraba fijamente a la figura frente a ella—Lucavion. Sus ojos oscuros parecían atravesar su alma misma, despojándola de cada capa de fuerza y orgullo que había construido cuidadosamente a lo largo de los años. Sus manos se cerraron en puños, presionando contra la fría y húmeda piedra debajo de ella.
—¿Cómo... cómo llegamos a esto?