Salvado (2)

En ese momento, cuando Lucavion se había marchado, la pesada puerta de hierro gimió al cerrarse tras él, dejando a Ilyana y los demás discípulos en un silencio atónito. Los débiles ecos de sus pasos se desvanecieron lentamente en el silencio opresivo de la cámara subterránea, reemplazados solo por las respiraciones superficiales e irregulares de quienes la rodeaban.

Por un momento, nadie habló. El aire estaba cargado de incredulidad, confusión y el persistente frío de la desesperanza. Ilyana se hundió en el frío suelo de piedra, sus miembros debilitados temblando mientras su mana, recién liberado, revoloteaba inciertamente dentro de ella. A su alrededor, los otros discípulos se movieron, sus rostros demacrados mezclando asombro y cautela.

—Lady Vitaliara... —susurró una de las discípulas, su voz ronca y apenas audible—. ¿Cómo... cómo está ella aquí?