Hija (2)

—He oído que la hija del Duque no ha estado bien.

La sonrisa del cantinero vaciló ligeramente, su mirada estrechándose.

—Eso —dijo cuidadosamente— es información delicada. Yo tendría cuidado si fuera tú.

Lucavion no respondió inmediatamente. En su lugar, metió la mano en su abrigo y sacó una pequeña bolsa, colocándola deliberadamente sobre el mostrador. El débil tintineo de las monedas en su interior era inconfundible.

Los ojos del cantinero se dirigieron hacia la bolsa, su expresión ilegible. Después de un momento de duda, la tomó y la deslizó en su delantal con un asentimiento. Inclinándose ligeramente, su voz bajó de tono.

—Muy bien, ya que estás pagando... —Miró brevemente alrededor para asegurarse de que nadie estuviera escuchando demasiado cerca—. La Dama Aelianna, la hija del Duque, ha estado enferma por algún tiempo. Los rumores dicen que no es una enfermedad cualquiera. Es algo... extraño. Nadie ha podido curarla, ni siquiera los mejores sanadores de la región.