Corvina se enderezó bruscamente, casi perdiendo su habitual calma. Aclarándose la garganta, hizo un gesto a Lucavion para que se detuviera antes de que pudiera activar el anillo espacial.
—Ejem... No lo hagamos aquí —dijo ella, con un tono frío pero apresurado. Sus ojos agudos se dirigieron a los aventureros que los rodeaban, que ya estaban estirando el cuello y murmurando con anticipación.
Lucavion arqueó una ceja, con la comisura de su boca curvándose en una sonrisa conocedora.
—¿Algo anda mal, Maestra del Gremio?
Ella dudó por una fracción de segundo antes de recuperar la compostura.
—Solo que este no es el lugar para... tal espectáculo —respondió suavemente, haciéndole un gesto para que la siguiera—. Ven. Te llevaré a un lugar más apropiado.