Recompensas

Cuando Seria volvió a subir al barco, su compostura se quebró visiblemente, su máscara de cortesía se agrietó mientras soltaba un resoplido frustrado. Sus movimientos, habitualmente ordenados, estaban ligeramente apresurados mientras caminaba rápidamente hacia Madeleina y Aeliana, con la tensión evidente en su postura.

—Mi señora —comenzó Seria, con la voz tensa por la irritación—. Ese hombre es... exasperante.

Aeliana inclinó ligeramente su rostro velado, su curiosidad momentáneamente eclipsando su inquietud.

—¿Qué sucedió?

Seria exhaló bruscamente, con las manos apretadas a los costados.

—Habla como si las palabras que salen de mi boca no significaran nada. Insinué, sugerí, incluso planteé directamente cosas que cualquier persona sensata entendería, y aun así actuó como si todo le pasara por encima.

Madeleina, manteniéndose compuesta como siempre, asintió en acuerdo.