Debajo

El agua rugía a su alrededor, consumiéndola por completo. Su cuerpo giraba sin control en el vórtice, y con cada giro y tirón, su pecho se tensaba, sus pulmones ardían, y su mente se sumergía en un caos aún más violento que las corrientes que la arrastraban hacia abajo.

«¿Este es el fin, no?»

El pensamiento cortó a través de la cacofonía de su entorno, agudo y venenoso. Sus extremidades se sentían pesadas, su fuerza menguando con cada segundo que pasaba mientras su cuerpo se rendía a la presión aplastante. Pero el dolor —el dolor abrasador e implacable— permanecía, un recordatorio constante de todo lo que despreciaba.

«¿Por qué? ¿Por qué nací así? Rota, enferma, inútil».

La visión de Aeliana se nubló aún más, la sal del agua escociendo sus ojos. Sus pensamientos se agitaban como el remolino mismo, una tormenta de resentimiento y autodesprecio desgarrando su mente.