Vida

El peso opresivo del cielo estrellado presionaba sobre Aeliana mientras otra oleada de monstruos grotescos emergía de las sombras, sus gruñidos guturales reverberando a través del terreno escarpado. Sus formas retorcidas brillaban tenuemente bajo la luz siniestra, sus ojos púrpuras luminosos fijos con hambre en Luca y ella.

La respiración de Aeliana se entrecortó mientras miraba por encima del hombro de Luca. El terreno detrás de ellos era una muralla impasable de piedra dentada, sus bordes afilados y su pendiente escarpada haciendo imposible la huida. Atrapados.

Su pecho se tensó mientras la desesperación se abría paso en su corazón.

«Esto es por mi culpa», pensó amargamente, sus ojos ámbar llenándose de culpa no expresada. «Si yo no estuviera aquí... él no estaría en este lío».

Sus dedos se aferraron al abrigo de Luca mientras su mente se sumía en una espiral. «Lo estoy arrastrando hacia abajo. Podría haber corrido. Podría haber escapado. Pero por mi culpa...»