La opresiva luz de las estrellas continuaba presionándolos mientras Luca y Aeliana avanzaban cautelosamente por el terreno escarpado. El inquietante silencio de la tierra solo era interrumpido por sus pasos y los débiles y distantes gruñidos que nunca parecían desvanecerse por completo.
Los nervios de Aeliana se desgastaban con cada paso, el paisaje antinatural y el aire opresivo carcomían su determinación.
—¿Estamos siquiera yendo en la dirección correcta? —preguntó, con voz tensa.
—No hay dirección "correcta" aquí —respondió Luca sin mirar atrás, su tono irritantemente calmado—. Solo hacia adelante.
Ella contuvo una respuesta mordaz, sabiendo que él tenía razón pero odiando la vaguedad de su situación. Antes de que pudiera insistir más, los movimientos de Luca se detuvieron, su cuerpo tensándose como un resorte comprimido.
—¿Qué sucede? —susurró ella, con el corazón dando un vuelco.