Forastero (4)

Era irónico, realmente.

Se suponía que los protagonistas lo cambiaban todo.

Su presencia doblaba el mundo, cambiaba las mareas, reescribía el destino de quienes los rodeaban. Eran el eje sobre el cual giraba la historia.

Y sin embargo, Elara —quien se había hecho amiga de Aeliana, quien había intentado salvarla— había fracasado.

No importaba cuánto hubiera luchado, no importaba la fuerza de su vínculo, al final no había importado.

Aeliana aún se había perdido a sí misma.

A su maldición. A su enfermedad. A la inevitable espiral que la novela ya había escrito para ella.

«Inocencia Rota» había cocinado con ese giro. La protagonista, atada por el destino en lugar de desafiarlo. El mundo, negándose a dejarla reescribir ciertas tragedias.

Y había sido bueno.

Pero ahora —este mundo ya no era un libro.

Era real.

Y yo estaba aquí.

Lo que significaba que no tenía que aceptar ese final.