—Nunca he oído hablar de alguien llamado Luca en el Imperio.
Silencio.
Los ojos negros de Lucavion parpadearon, pero no reaccionó.
—No hay manera de que alguien como tú pasara desapercibido.
Por un momento —**solo un momento—** su sonrisa burlona se desvaneció.
Y entonces
Lucavion la miró directamente.
—Perspicaz.
Aeliana resopló.
—Eso es obvio. No necesito ser perspicaz ni nada.
Lucavion inclinó la cabeza, exhalando suavemente.
Entonces
—Bueno... ahora que hemos llegado a esto, supongo que puedo decirlo.
Se reclinó ligeramente, levantando la cabeza hacia el techo de la caverna, su expresión indescifrable.
—¿Tu verdadero nombre? —preguntó Aeliana, mirándolo a los ojos.
Lucavion levantó ligeramente la cabeza, sus ojos negros brillando a la luz del fuego.
Su sonrisa burlona seguía ahí, pero había cambiado —menos juguetona, menos provocadora.
Más curiosa.
—¿Lo sabías...?
Aeliana sostuvo su mirada, sus ojos ámbar firmes.
—En efecto.