Comandante de Caballeros (5)

Los ojos dorados de Thaddeus se oscurecieron, cortando la tensión persistente con una sola mirada penetrante.

—He tolerado tu insolencia hasta ahora, Luca o como sea tu verdadero nombre —dijo, con voz tranquila, medida, pero cargando el peso de algo innegable bajo ella—. Porque parece que salvaste a mi hija.

Su mirada no vaciló.

—Pero todo tiene un límite.

Las palabras cayeron como una piedra, pesadas y absolutas. Una advertencia. Una línea trazada en la arena.

Lucavion, sin embargo, no se inmutó.

Sostuvo la mirada de Thaddeus sin vacilación, sus ojos negros indescifrables, manteniéndose firmes por un largo momento. El aire entre ellos permaneció quieto, como esperando que algo rompiera el silencio.

Entonces...

Lucavion suspiró.

Sus hombros se aflojaron, su postura cambiando ligeramente mientras levantaba su mano ilesa en señal de rendición.