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El viaje de regreso al Ducado transcurrió sin incidentes. Sin tormentas, sin ataques repentinos, sin interrupciones. Solo el constante sonido de las olas, el ocasional crujido de las velas y los murmullos silenciosos de los caballeros atendiendo sus deberes.
Era casi inquietante lo rápido que se desvaneció la tensión una vez que dejaron la caverna atrás.
Aeliana había esperado que su padre interrogara más a Lucavion, que le presionara para obtener más respuestas, pero en cambio, el Duque Thaddeus se retiró, concentrándose en sus propios asuntos en cuanto llegaron. Apenas había dirigido otra mirada a Lucavion, dejándolos solos en el momento en que pisaron tierra firme.
Lucavion no parecía importarle. De hecho, parecía bastante complacido al respecto.
Pero Aeliana... no podía sacarse algo de la mente.
Había intentado olvidarlo, dejarlo de lado como otra de sus ridículas payasadas, pero por más que trataba de ignorarlo, las palabras persistían.