Los pasillos de la mansión del Duque se extendían interminablemente ante ella, familiares y sin embargo asfixiantes. El peso de sus pasos se sentía más pesado de lo que debería, su cuerpo moviéndose por instinto incluso mientras su mente daba vueltas.
Las palabras aún resonaban en su cráneo.
—La Dama Aeliana ha regresado... Y está curada, aparentemente.
Curada.
Sus dedos se aferraron a la tela de su manga, las uñas clavándose en su palma. Su respiración se volvió irregular, el más leve temblor recorriendo su columna mientras luchaba por procesar la realidad que se presentaba ante ella.
¿Cómo?
Durante años—años—habían intentado todo. Sanadores. Encantadores. Hechizos prohibidos. Elixires raros.
Nada había funcionado.
Y sin embargo ahora, como si los dioses mismos hubieran decidido burlarse de ella, Aeliana había regresado—completa, intacta por su enfermedad.
No tenía sentido.
No podía tener sentido.