Lan Jing, el actual líder del clan, irrumpió en la sala principal, con una expresión furiosa.
Cuando entró, su furia se convirtió en shock al ver a sus ancianos.
Sus túnicas estaban hechas jirones, sus rostros ensangrentados, y sus auras... desaparecidas.
Sabía que incluso si los ancianos ocultaran su Qi, no podrían hacerlo hasta este punto.
La realización lo golpeó como un rayo: estos ya no eran cultivadores sino simples mortales.
—¡Cómo te atreves!
Lan Jing rugió, su voz temblando tanto de ira como de incredulidad.
—Feng Chen, ¿sabes lo que has hecho?
Feng Chen sostuvo su mirada sin pestañear.
—Sé exactamente lo que he hecho. ¿Y tú?
Las palabras tranquilas y cortantes silenciaron a los espectadores que habían seguido a Lan Jing hasta la sala principal.
Antes, no se habían atrevido a actuar, pero con su líder del clan y los ancianos presentes, la multitud había ganado confianza y ya no temía a Feng Chen.
Feng Chen continuó, su tono inquebrantable.