La Marca

Cuando Jaquan alcanzó a Arabella, ella estaba agachada bajo un árbol haciendo una llamada telefónica. Se encogió y dibujó círculos en el suelo con sus dedos, inquieta.

—Vicente, solo te haré una pregunta. ¿Hablabas en serio con lo que dijiste en la sala privada hace un momento?

Jaquan no sabía lo que Vicente dijo por teléfono, pero Arabella colgó. Parecía estar bajo hipnosis.

Y se quedó mirando silenciosamente al suelo.

Jaquan se acercó y le puso su abrigo encima.

Arabella levantó la mirada y lo vio. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras preguntaba en voz baja:

—¿Has venido a burlarte de mí?

Jaquan le limpió las lágrimas con el pulgar y suspiró:

—Arabella, sabes que te amo. Nunca me burlaría de ti.

—¡Pero no quiero tu amor! —gritó Arabella con fuerza—. ¡Quiero a Vicente! ¡Lo he querido durante tantos años! ¿Por qué de repente se fijó en una retrasada? ¿Por qué? ¿En qué soy peor que esa retrasada?