La aldea desolada estaba en ruinas. Los tres pasaron por campos interminables y finalmente llegaron a la entrada del pueblo. El anciano vestido con ropa tosca seguía trabajando en el campo. Había instalado un túnel de invernadero en una pequeña parcela de tierra. Lo que cultivaba dentro, no lo sabían.
—Señor —llamó Harold.
El anciano lo ignoró, como si no lo hubiera oído ni visto. Cuando salió del túnel del invernadero, notó que esta vez venía más gente. Su mirada recorrió al grupo y luego se congeló.
Stephanie heredó su nariz alta y ojos grandes de sus padres. En la esquina de sus ojos había un lunar lagrimal del tamaño de un sésamo. Normalmente, lo cubría con base de maquillaje, pero hoy no se había aplicado nada. El anciano se quedó paralizado en el momento en que vio el lunar lagrimal.
—¿Abuelo? —llamó Stephanie vacilante.
El anciano se dio la vuelta repentinamente y huyó.
Emilia y Harold estaban confundidos. ¿Qué estaba pasando?