Después de que Harold se fue, Emilia no podía calmarse. Así que sacó un pincel y continuó pintando.
De repente, su teléfono vibró. Lo tomó y revisó el mensaje de texto. Era de Vicente. Solo había dos palabras.
«Estoy bien».
Por fin se sintió aliviada.
Por otro lado, Rex dejó el teléfono de Vicente y miró hacia el quirófano herméticamente cerrado. Su rostro estaba rígido, pero aún recordaba cuando Vicente, estando consciente, le agarró del brazo y le dijo:
—Diles que estoy bien.
Rex sabía que Vicente no quería que ni Rolando ni Emilia se preocuparan.
—Rex, ¿qué haces aquí? —una voz femenina sonó repentinamente detrás de él.
Con expresión preocupada, Rex se dio la vuelta y vio a Irene. Llevaba una gabardina, pantalones culotte negros y un suéter rojo brillante. Se veía elegante y pulcra.
Mientras Irene se acercaba y notaba la mirada preocupada de Rex, su sonrisa se desvaneció. Señaló el quirófano y preguntó con incredulidad:
—¿Vicente está adentro?