El Final de la 2da Mazmorra

Aunque el lugar no estaba decorado con adornos del Año Nuevo Lunar, el ambiente festivo aún se sentía en el aire.

El sótano y los búnkeres estaban llenos del rico aroma del humo y la deliciosa comida que emanaba de las estufas y fogatas. Los platos —empanadillas al vapor, sopa de huevo, congee, verduras en escabeche y pasteles de frutas secas— eran sencillos pero traían sonrisas a los rostros de todos.

—¡Huevos! ¡Huevos! ¡A Dan Dan le gustan!

—¡Cariño, no pongas más en mi tazón! Tú necesitas los nutrientes más que yo —regañó suavemente el esposo de la Tía Yang, recogiendo la yema de huevo y colocándola en el tazón de su esposa.

Los supervivientes formaron círculos pequeños y grandes, charlando mientras disfrutaban juntos de sus comidas.

Las puertas del sótano crujieron al abrirse, y entraron soldados cargando cajas y contenedores cubiertos de negro. Instalaron enormes ollas, haciendo que los supervivientes estiraran el cuello con curiosidad.