—¡CASI ME DAS UN INFARTO, GRAN ESTÚPIDO! —gritó la reina, acercándose al archimago y dándole un par de golpes en el brazo.
—¡SÍ, CASI NOS MATAS DEL SUSTO! Aunque... no sabía que podías hacer eso —dijo el elfo, todavía confundido, mientras miraba la brújula en su mano.
—Es cierto, la última vez que intentaste algo así terminaste con la destrucción del reino ▒▒▒▒▒▒▒▒... lo que ahora conocemos como ▒▒▒▒▒▒▒▒ —añadió la reina, incrédula, con los ojos fijos en el archimago.
—Zozo, la última vez fue un accidente. Pero tras 400 años de práctica, logré controlarlo... lo mejor posible —respondió el archimago, con una leve sonrisa mientras acariciaba la cabeza de la reina.
—¿Zo-zozo? ¡JAJAJAJAJA! ¡Eso es genial! ¡JAJAJAJA! —se rió a carcajadas el elfo, doblándose de la risa.
—Ese era... era el apodo que él me daba cuando era niña... —murmuró Zoltren, un tanto avergonzada, antes de darle un golpe en la cabeza al elfo por burlarse de ella.
—Ustedes dos, tranquilos... —interrumpió el archimago, enderezándose y con una expresión más seria—. Bien, yo, el archimago, juro traerte tu reliquia, gran reina Zoltren, Reina del Abismo Hadático. Aceptamos tu misión.
—S-sí, yo también. Yo, Kenma, juro traerte tu reliquia —dijo el elfo, haciendo una leve reverencia hacia la reina.
—Está bien. Los enviaré a sus respectivas ubicaciones, así que no me decepcionen —exclamó Zoltren, mirando a ambos con determinación—. Camino mayor, guíalos a su destino atroz y permite que cumplan con su misión... ¡TÚNEL DIMENSIONAL ▒∆¢§~×£××£§£∆££▒!
Zoltren mantuvo sus manos al frente mientras señalaba a los dos amigos. De repente, una gran mancha negra apareció bajo los pies del elfo y otra bajo el archimago, tragándolos en un abrir y cerrar de ojos.
La reina se quedó en silencio unos segundos, con la mirada perdida en la niebla.
—Nunca cambias, ¿verdad? Realmente no sabia que ese elfo existia, pero por alguna razon guardas secretos, ¿no es así? —murmuró para sí misma antes de desaparecer lentamente entre la bruma, regresando a su hogar.