Residencia Zevalen.
Una mansión ancestral rodeada por bosques encantados, con torres brillando bajo hechizos centenarios y guardias mágicos patrullando con dignidad… hasta que una nube de humo azul explotó desde el jardín principal.
—¡¡DARGAN ZEVALEN!! —gritó Celene desde una de las terrazas—. ¡¿Por qué el lago ahora canta ópera y lanza pétalos cada vez que uno estornuda?!
—¡Porque es divertido! —gritó Dargan desde un arbusto, cubierto de tinta brillante y con una rana luminosa en la cabeza—. ¡Y además era un experimento! ¡Erian dijo que la rana podía absorber la energía de los hechizos erróneos!
—¡Yo solo dije que parecía que podía hacerlo! —Erian apareció, también manchado, y con un libro humeante bajo el brazo—. ¡No que debías probarlo sin análisis mágico previo!
Desde la entrada, Lord Arvain bajó lentamente el periódico, observando con absoluta calma.
—No ha pasado ni una semana —suspiró—. Y ya hay un gólem hecho de sillas tomando el té en la azotea.
—Sí, pero tiene buenos modales —intervino Leorn, dejando una bandeja de galletas—. Mejor que algunos nobles que conozco.
Mientras tanto, Lady Mireya observaba la escena desde el salón principal con una copa de vino encantado flotando cerca.
—Al menos esta vez no han volado la cocina —murmuró con una sonrisa. Justo cuando una explosión se escuchó desde ese lado—. …aún.
En otro punto del continente…
Sylha Nox caminaba por un bosque oscuro, su capa ondeando entre sombras suaves. A su lado, un cuervo hecho de magia sombría graznaba con sarcasmo.
—Vacaciones, decían. Será relajante, decían —masculló ella.
Se detenía de vez en cuando, lanzando hechizos para mantener a raya a los espíritus del bosque. Sus ojos brillaban con un leve resplandor violeta. En sus pensamientos, más de una vez aparecía un idiota con chaqueta de cuero y sonrisa torcida.
—No puedo creer que ese lunático domesticó a un dragón. Destructorcillo… en serio.
Ardyn Lioras, por su parte, estaba de regreso en su mansión familiar, rodeado de sirvientes y silencio. Un lugar limpio, elegante, y tan carente de caos que lo hacía sentirse incómodo. Se encontraba en la biblioteca, leyendo, hasta que una carta flotante cayó sobre su escritorio:
"¿Sabes que extrañas nuestras misiones improvisadas, Lioras? — D.Z."
Ardyn suspiró.
—Maldito idiota encantador.
En otro lugar, Toren Viess entrenaba en un pantano, haciendo hervir la niebla con cada movimiento lento. Karla Nimor reordenaba una librería mágica en casa mientras escuchaba a escondidas música romántica. Velira Moss… estaba tendiéndole trampas a su hermano pequeño "por práctica".
Y en lo profundo de una región nevada…
El joven heredero de la llama silente, de cabello blanco y ojos violeta profundos, se encontraba meditando frente a una roca flotante sellada con runas. Lyss Verhiel lo observaba a unos metros, en silencio.
—Él está cambiando cosas —murmuró Lyss.
—Sí —respondió el joven sin abrir los ojos—. Y lo hará aún más. Dargan no es solo caos… es catalizador.
Ella frunció el ceño.
—¿Lo odias o lo admiras?
—Ambas —dijo el heredero, sonriendo con la serenidad de alguien que aún guarda muchas cartas—. Y por eso me intriga. El destino gira alrededor de los que no siguen las reglas… y ese chico parece tener la costumbre de reescribirlas a patadas.
De regreso en casa Zevalen…
Destructorcillo se había teletransportado brevemente a los terrenos traseros (gracias a un círculo mágico que Dargan "accidentalmente" dejó activo). Ahora dormía con una túnica noble colgando de sus colmillos y un grupo de patos encantados bailando alrededor.
Dargan, recostado sobre una roca, miraba al cielo.
—Oye, Erian… ¿crees que después de todo esto, alguien nos tome en serio?
Erian se sentó a su lado.
—Probablemente no.
—Bien —sonrió Dargan—. Así será más divertido sorprenderlos.
Desde la terraza, Celene suspiró al ver la escena.
—¿Crees que sobrevivan un nuevo semestre? —preguntó.
Leorn se encogió de hombros.
—Con Dargan, no se trata de sobrevivir… se trata de disfrutar la caída libre.
Y en ese momento, un árbol explotó en fuegos artificiales mágicos con forma de dragón danzante.
—¡¡¡DARGAN!!! —gritaron varios al unísono.
—¡¡No fui yo!! ¡Fue Destructorcillo! ¡Lo juro!
Silencio. Luego, un rugido dormido.
—Okay… fue mitad mío.
Fin del capítulo y de la primera temporada.