Un invernadero se alzaba en medio del bosque, sus paredes y techo de cristal brillando bajo la luz del sol como joyas coloridas. Las enredaderas trepaban por las paredes, sus hojas verdes cayendo como una cortina exuberante mientras flores coloridas se asomaban entre el follaje.
Cuando Matthew y Ruby entraron al invernadero, sus sentidos fueron inmediatamente abrumados por el caleidoscopio de colores, y la fragancia floral envolvió sus narices.
—Este lugar es hermoso —Ruby giró en su sitio, admirando las hermosas flores que crecían a su alrededor—. ¿Creaste este lugar con tu mente?
Ella asintió, sonriendo.
—Si alguien tiene una mente fuerte, puede traer las cosas dentro de su mente a este lugar.
—Como en un sueño —susurró Ruby.
—Sí, como en un reino de sueños.
Los bancos de madera y una mesa redonda aparecieron en el centro del invernadero. Deliciosos pasteles dulces y un juego de utensilios para té ya estaban sobre la mesa.