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—Joder —su estrechez me voló la cabeza. No creo que jamás hubiera sentido algo tan jodidamente bueno en mi vida, y ni siquiera estaba completamente dentro de ella todavía.
Ella gimoteó un poco mientras yo salía lentamente, asegurándome de arrastrar mi Apadravya contra las paredes de su joven y fresca coño.
Gimió y gritó al mismo tiempo, el placer eclipsando el dolor.
—Me encanta cómo estás tomando mi verga aunque sea demasiado para ti —la besé para mostrarle lo complacido que estaba con ella.
—Me encanta esa mirada en tus ojos cada vez que golpeo tu punto dulce, y la forma en que gritas mientras mi verga te estira, como ahora. Mira eso, míranos nena, mira cómo tu pequeño coño es tan codicioso que aunque estés llorando porque es demasiado, aún quieres tragarme por completo.
Ella miró hacia abajo entre nosotros donde estábamos unidos mientras yo continuaba penetrándola.
Sequé sus lágrimas y la besé con toda la ternura que sentía por ella en ese momento.