Podía ver que estaba nerviosa por toda la atención que le había mostrado durante la cena. A propósito no le había dado vino con su comida. Quería que tuviera la mente clara.
—Ven aquí —la senté en mi regazo y nos quedamos mirando el horizonte, mi mano en su pierna desnuda, haciendo círculos con mis dedos.
—Dame tu pie.
Levantó primero una pierna, y luego la otra, para que pudiera quitarle sus tacones mortales. Se veían jodidamente sexys en sus pies, pero sé que tenían que ser un poco incómodos.
Jugué con su tobillera por un minuto antes de soltar su pierna, y ella se estremeció.
—¿Tienes frío?
—No-oh.
—Labios.
Acaricié con mi nariz el lado de su cuello hasta sus labios y me sumergí. Llevaba un sabor diferente en los labios esta vez. Algo dulce y picante que me hizo mordisquearlos suavemente.
Mi polla le presionaba el culo, y la empujé más fuerte hacia abajo, disfrutando del pequeño movimiento que añadió.
—¿Confías en mí? Mírame. ¿Confías en que te cuidaré?