—Puedes desvestirte porque no vas a ir a ningún lado.
—¿Qué? Pero tú vas a trabajar, ¿por qué no puedo ir?
—Porque no escuchas una mierda y tengo que entrar y salir de la oficina todo el día, te vas a quedar aquí.
—No lo haré —cruzó los brazos y me dio esa mirada desafiante, sí claro.
—¿Estuviste o no estuviste en las garras de un loco hace unos días?
—Sí, pero viniste a buscarme —se encogió de hombros como si no hubiera sido nada.
—Katarina, aprecio que tengas tanta fe en mi capacidad para salvarte el culo, pero por favor hazme un favor y mantén tu pequeño trasero donde te lo ponga durante al menos un mes más o menos, para que pueda tener algo de paz y tranquilidad por aquí.
«Maldita chica, no creo que haya tenido tantos problemas hasta que la conocí; cómo una cosita tan pequeña podía meterse en tantos líos estaba más allá de mi comprensión».
—¿Qué se supone que significa eso? Actúas como si fuera mi culpa que ese loco me llevara.