—¿Caitlin, bebé, le das un respiro a papá, sí?
—Papá, pa, pa.
—Te voy a pa, pa, pa en un minuto, ven aquí.
Mi pequeña princesa tiene nueve meses pero parece de quince. Todavía no puede hablar realmente, pero su primera palabra fue papá y luego vino mamá. Gané esa batalla. Empezó a gatear a los seis o siete meses y desde entonces todo se volvió un caos.
Se mete en todo, así que tengo que vigilarla cada minuto que estoy solo con ella o temo que se lastime. Su madre es un poco más relajada que yo cuando se trata de la crianza. Ella dice: «oh, se supone que debe hacer eso» o «no te preocupes Colt, eso es normal».
Yo no me tomaba nada a la ligera. En los primeros tres meses después de que empecé a ponerla en su cuna por la noche, me quedaba de pie junto a ella para asegurarme de que respiraba bien y esas cosas antes de irme a dormir.