Pasamos las siguientes horas repartiendo regalos y galletas y pasando tiempo con los niños en el hospital. Este año esa mierda fue dura. No dejaba de mirar a esos niños y ver a mi pequeña.
Algunos de los padres estaban casi llorando y por supuesto Kat y las hermanas estaban llorosas. Entreteníamos a los pequeños leyéndoles y jugando, pero no fue sorpresa que estuvieran más interesados en nuestro equipo y motos.
Nos fuimos de allí y fuimos al refugio de mujeres que en realidad habíamos ayudado a abrir hace años. Uno de los abogados del grupo era parte de una organización clandestina que trasladaba a mujeres y niños por todo el país para alejarlos de imbéciles que no tenían nada mejor que hacer que abusar de mujeres y niños.
Nunca tuvimos demasiados problemas con reincidentes. En la remota posibilidad de que uno de los agresores encontrara a su presa, nunca se acercaban a menos de diez pies de este lugar. Estaba fuertemente vigilado en todo momento.