Finalmente subí las escaleras y toqué la puerta de mi pequeña princesa.
—¿Tienes un minuto?
—Hola papá —sé que estaba enojada conmigo pero mi niña seguía siendo dulce con su viejo.
—Bebé, ¿por qué no me dijiste que los niños en la escuela te estaban molestando? —ella empezó a jalar su edredón y a evitar mi mirada.
—¿Caitie osita?
—No sé papá, pensé que podía manejarlo yo sola. No quería hacer un gran escándalo.
—¿Alguno de ellos te puso las manos encima?
—No papá, te lo prometo, te lo hubiera dicho a ti o a mamá.
—Bueno entonces, ¿a quién le dijiste?
—Le dije a la maestra pero ella dijo que no era nada, que solo estaban jugando.
—¿Quieres decirle a papá qué te estaban diciendo? —me senté en su cama y la abracé por los hombros. Me jodía la cabeza que esto hubiera estado pasando y yo no sabía nada, esa mierda daba miedo.