Traicionado por la Sangre
Marta se quedó paralizada, su rostro se quedó sin sangre mientras un sudor frío brotaba en su piel. Sus manos temblaban incontrolablemente y, por un momento, el mundo pareció inclinarse bajo sus pies. Lentamente levantó la mirada, y allí estaba él: Alfa Cain. Su figura llenaba la entrada, su presencia sofocándola inmediatamente.
Jadeó, con la respiración atrapada en la garganta. Sus piernas se debilitaron, pero se obligó a mantenerse erguida.
—¿Qué estás haciendo aquí? —la voz de Cain era baja, pero había una dureza en ella que hizo que su corazón se acelerara. Su mirada cayó sobre su mano extendida, la carta que estaba a punto de agarrar ahora flotando en el aire. Sus cejas se alzaron en silenciosa acusación—. ¡Habla, Marta!
La mente de Marta corría, buscando una manera de explicarse, pero nada parecía venirle a la mente. Sus palabras se sentían atrapadas en su garganta, sus pensamientos nublados por el miedo.