Traicionado por la Sangre
Cain permanecía en silencio al borde del campo de entrenamiento, con los brazos cruzados firmemente sobre su pecho. Sus ojos estaban entrecerrados, observando cómo los guerreros realizaban sus ejercicios. Estaban entrenando duro para el festival. Usualmente, la mayoría de las manadas serían atacadas por pícaros durante momentos como este, y Cain no era nada si no meticuloso. Odiaba las sorpresas y la debilidad aún más, así que los guardias entrenaban 20 horas al día. No quería sorpresas el día del festival.
El sonido de espadas chocando, el golpe de pies contra el suelo y los gruñidos llenaban el aire, pero Cain no se inmutaba por el ruido. Su mirada estaba enfocada, calculadora. Cada movimiento, cada cambio de postura, lo absorbía, analizando cada movimiento y error. Listo para intervenir cuando alguien no lo estaba haciendo bien o cuando estaban siendo imprudentes.