Traicionado por la Sangre
El corazón de Kendra latía con fuerza en su pecho mientras el círculo de mujeres se cerraba a su alrededor, sus rostros retorcidos por la rabia y la cruel satisfacción.
Talia estaba en el centro de todo, con una sonrisa fría y despiadada. —¿No eres tan alta y poderosa ahora, verdad, Kendra?
Antes de que Kendra pudiera reaccionar, llegó el primer golpe: un puñetazo fuerte y brutal en las costillas que le quitó el aire de los pulmones. Luego otro. Y otro. Puños, rodillas y patadas llovían sobre su cuerpo.
Alguien le tiró del pelo, arrastrándole la cabeza hacia atrás para exponerle el cuello, solo para que otro puño colisionara con su mandíbula. Intentó encogerse, proteger sus costillas, su cara—cualquier cosa—pero no había piedad en su rabia.
—¿No pensabas que eras mejor que nosotras, verdad? Que eras la reina abeja. ¿Y ahora qué, eh? ¿Qué? —gruñó una mujer, clavándole la rodilla en el estómago. Kendra jadeó, con bilis subiendo por su garganta.