Traicionado por la Sangre
La habitación quedó en un silencio mortal.
Cain permaneció inmóvil al principio, pero la atmósfera a su alrededor cambió, espesa con algo oscuro y peligroso. Su mandíbula se tensó, un músculo palpitando violentamente. Su respiración era lenta y controlada, pero era una fachada de contención. Estaba al borde de explotar.
Entonces, sin previo aviso, se movió.
La sirvienta más cercana apenas tuvo tiempo de parpadear antes de que la mano de Cain se disparara y la agarrara por la garganta. Ella gritó, sus pies pataleando mientras él la levantaba del suelo como si no pesara nada. Las otras sirvientas retrocedieron tambaleándose, con las manos sobre sus bocas, congeladas por el puro terror.
—¡¿Cómo te atreves a poner tus manos sobre ella?! —La voz de Cain era baja, hirviendo de rabia, su agarre apretándose—. ¿Qué te da el derecho de golpearla? —gruñó.
La sirvienta en su agarre arañaba su muñeca, jadeando por aire, sus ojos muy abiertos.