Traicionado por la Sangre
Kendra irrumpió en la habitación, cerrando la puerta con furia detrás de ella. Su respiración era agitada, sus dedos temblaban a sus costados mientras caminaba de un lado a otro, la rabia burbujeando bajo su piel. Todavía podía escuchar los murmullos de los campos de entrenamiento, la forma en que los guerreros susurraban sobre la habilidad de Avery, sobre cómo había ganado.
Este debería haber sido su momento de brillar. Ella era de quien deberían estar hablando. ¿Había llegado hasta aquí para qué? Qué humillante.
Se burló, sacudiendo la cabeza. Ella ganó.
Había estado recibiendo golpes uno tras otro, y ahora la gente incluso había comenzado a reírse en su cara. Las sirvientas habían comenzado a hablar de ella. ¿Qué tan insultante era esto? Kendra no pudo contener más su ira. Agarró lo más cercano, una botella de agua, y la arrojó a través de la habitación. Golpeó contra la pared con un fuerte crujido, rebotando en el suelo.