—Tenemos que seguir adelante. Tengo que encontrar el Corazón de Celeste. No puedo fallarle. No otra vez.
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Continuaron caminando; nadie tomó un descanso, no con lo renovado que Cain se sentía repentinamente después del sueño que tuvo.
Siguieron caminando incansablemente. Los árboles no habían cambiado en horas, o tal vez sí, y el bosque solo estaba jugando con ellos de nuevo. No tenían idea. Las ramas se extendían como dedos sobre sus cabezas, alcanzando el cielo.
Algunos de los guerreros habían dejado de hablar. Incluso sus pasos eran silenciosos ahora, solo el suave arrastre de botas sobre tierra y hojas. Estaban cansados, agotados. Uno tropezó, siendo atrapado por otro. Nadie habló sobre ello. Nadie se atrevió a decir una palabra.
Cain lideraba el camino, caminando al frente mientras ellos lo seguían.
Justo cuando doblaron una esquina, uno de los guerreros se adelantó, exhausto por las largas horas. Era como si estuvieran dando vueltas en el mismo lugar sin éxito.