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Lo primero que Avery notó fue el olor. Apestaba. Apestaba tanto que sintió la bilis subir por su garganta. El olor a sangre llenaba sus fosas nasales. Lo segundo que notó fue el dolor.
Un dolor punzante en el costado de su cabeza, pulsando con cada respiración que tomaba. Su lobo debería haberlo curado ya, pero no lo había hecho. ¡Diablos! Ni siquiera podía sentir a su lobo. Supo instantáneamente que algo andaba mal.
Lo tercero que notó fue el frío.
El suelo era áspero y húmedo, el frío se filtraba a través de su ropa. Intentó moverse, pero sus muñecas no cedían. Un agudo tintineo resonó, y la realización la golpeó.
Cadenas.
Estaba encadenada.
Su corazón latía con fuerza. Forzó sus ojos a abrirse, parpadeando contra la luz. La habitación era pequeña, pero no estaba sola.