Dos semanas después~
El aire estaba cargado con el aroma de hierbas, algunas secas, otras recién molidas, pero todas esparcidas por cada superficie de la habitación. Cuencos llenos de agua. Paños manchados de sangre arrojados en las esquinas.
Avery no había despertado.
Ni una sola vez.
Cain se sentó en el borde de la cama, su mano temblando mientras sacaba otro paño. Había estado repitiendo el mismo movimiento durante horas, limpiando su piel, secándola suavemente, susurrando su nombre aunque ella nunca respondía.
La miró ahora, su cuerpo tan inmóvil que le asustaba. Parecía que solo estaba durmiendo. Pero él sabía que no era así.
Presionó el paño húmedo contra su frente, moviéndose lenta y suavemente, como si demasiada presión pudiera romperla.
—Vuelve —susurró.
Cuando su pecho se elevó en otra respiración superficial, Cain exhaló. Era apenas un aliento, pero era algo.