La caja flotaba frente a él.
Abierta.
Silenciosa.
Esperando.
Izeo retrocedió un paso. Luego otro.
—No, no, no… esto no está pasando.
La habitación estaba en completo silencio, salvo por el zumbido leve que parecía provenir del interior del cubo. Un resplandor rojo tenue iluminaba las paredes grises del apartamento. Todo parecía más nítido. Como si la caja no solo se hubiese abierto, sino que hubiera ajustado el mundo a su frecuencia.
—Estoy… cansado —dijo en voz alta, más para sí mismo que para alguien más—. Es el trabajo, la presión, el café… debe ser eso.
Cerró los ojos. Contó hasta tres.
Al abrirlos, la caja seguía allí.
Más cercana.
—¡No! —gritó con una mezcla de rabia y miedo, dando media vuelta y caminando directo a su cama—. No pienso caer en esto. No soy un elegido. No soy especial. Solo necesito dormir.
Se tumbó sin cambiarse ni apagar la luz.
Pero no podía relajarse.
Algo dentro de él palpitaba.
Una energía extraña, como si su cuerpo hubiera sido activado desde dentro. Sentía cada parte de sí mismo con más claridad: la sangre fluyendo, el latido en sus sienes, el aire en sus pulmones…
Y sobre todo, la caja, aún cuando no la veía, como si su esencia se hubiera infiltrado bajo su piel.
Cerró los ojos con fuerza.
No estás listo. No estás listo.
Tres días pasaron.
El sol entraba por la rendija de las cortinas, pero el interior del apartamento seguía oscuro. Izeo apenas había salido de la cama. No tenía fiebre, pero su cuerpo no era el mismo.
Sentía que cada célula estaba en silencio… escuchando algo.
Entonces, sonó su celular.
—¿Izeo? —la voz de Kyou, como siempre, rápida y directa—. ¿Dónde estás, hermano? No has venido en tres días. Y eso que te nombraron empleado del mes. ¿Te enteraste?
Izeo dudó unos segundos antes de responder.
—Estoy… enfermo.
—¿Enfermo? ¿Pero qué tienes? ¿Fiebre, virus, conjuro venenoso?
—No lo sé —respondió con voz baja—. Solo… algo raro.
—¿Fuiste al hospital mágico? ¿O al menos a la farmacia?
—Estoy bien —cortó él rápidamente—. Solo… me recuperaré pronto.
Silencio del otro lado. Luego, un suspiro.
—Bueno… avísame si necesitas algo. Esto no es como tú.
—Gracias, Kyou.
Cortó.
De inmediato se levantó de la cama.
Caminó hasta el centro del departamento.
La caja aún flotaba allí, en el mismo lugar.
Pero ya no parecía un objeto ajeno.
Se sentía como un espejo sin reflejo.
Y algo dentro de él…
…quería saber más.