El tren de las 7:32 AM avanzaba por las vías elevadas como una serpiente de acero, recortando el paisaje urbano que comenzaba a despertar.
Izeo, sentado junto a la ventana, observaba sin mirar. Sus auriculares colgaban sin música. Había demasiadas voces en su cabeza para agregar otra más.
F.O.R.I.S.
Orden Federal para la Regulación de la Hechicería Integrada.
Las palabras no dejaban de repetirse como un eco persistente.
—"¿Y si estoy tomando una decisión precipitada?" —murmuró, más para sí que para alguien.
Su mochila descansaba sobre sus piernas. Adentro, lo poco que necesitaba para comenzar de nuevo.
Pero el peso más grande no era material.
Era la incertidumbre.
¿Seré capaz?
¿Y si no soy como los demás?
¿Y si solo fui elegido por error?
—Duda todo lo que quieras —recordó la voz de Kyou—, pero no te detengas.
Una media sonrisa apareció en su rostro al pensar en su amigo.
Justo cuando el tren se deslizaba hacia su destino, una niña pequeña se le quedó mirando desde el otro lado del pasillo. Tenía un pequeño muñeco de mago en sus manos.
—¿Vas a la escuela de los magos? —preguntó con inocencia.
Izeo parpadeó.
—Algo así, sí.
La niña le sonrió, como si fuera un héroe de televisión.
Y por primera vez en días, Izeo sintió un poco menos de presión en el pecho.
El complejo de F.O.R.I.S era imposible de pasar por alto.
Gigantescos portones de obsidiana custodiados por estatuas de criaturas mágicas, muros altos con relieves arcanos, y una torre central que parecía atravesar el cielo.
Al llegar a la entrada, una multitud de jóvenes, algunos humanos, otros con rasgos claramente no humanos —colmillos, orejas alargadas, piel de tonos extraños— se agrupaban frente a una estructura tipo recepción.
Izeo se acercó con cautela. En cuanto lo hizo, un holograma se proyectó desde una esfera flotante:
“Bienvenidos a F.O.R.I.S. – Orden Federal para la Regulación de la Hechicería Integrada.
Si es tu primera vez, por favor preséntate en el módulo azul para el proceso de inscripción.”
—Allá vamos…
Se colocó en la fila. A su lado, un chico de cabello rojo eléctrico mascaba chicle con descaro, con un enorme espadón colgando a su espalda.
—Tú también eres nuevo, ¿eh? —le dijo con tono relajado.
—Sí. Izeo —respondió él, algo incómodo.
—Yo soy Lauen. Hechicero elemental. O eso dice la caja que me tocó… aunque aún no entiendo bien cómo funciona.
Oye, ¿la tuya también te habló?
Izeo titubeó.
—Fue… algo así.
Antes de que pudiera profundizar, una voz robótica los interrumpió.
—Siguiente. Nombre completo. —dijo una mujer con gafas, sentada tras un módulo digital.
—Izeo Varneth.
La mujer tecleó.
—Edad.
—18.
—¿Recibió su caja Verxtextol?
—Sí.
—¿Tipo de fusión mágica o especialidad conocida?
Izeo dudó. No sabía aún qué era exactamente lo suyo.
—Desconocido.
La mujer levantó una ceja, pero no comentó nada.
Le entregó una tarjeta con su nombre y un sello mágico pulsando en el centro.
—Bienvenido a F.O.R.I.S. Ingrese al hall principal y espere la orientación. Su prueba de compatibilidad será esta tarde. No falte.
Izeo tomó la tarjeta. Era oficial. Ahora era parte de esto.
Caminó por el pasillo que llevaba al edificio principal. Techos altos, vitrales con escenas de batallas antiguas, y jóvenes entrenando en salas transparentes. Algunos controlaban fuego. Otros manipulaban el viento.
Uno incluso invocaba sombras para moverse por el suelo.
Era otro mundo. Uno que no entendía… pero que debía enfrentar.
En el hall central, una joven de cabello azabache lo saludó con una sonrisa amable.
—¿Primer día?
—Sí… ¿se nota?
—Todos tenemos esa mirada los primeros minutos. Soy Mirea, supervisora de orientación.
Toma asiento. Estás justo a tiempo para ver la transmisión.
—¿Transmisión?
La sala se oscureció. Frente a todos, una gran pantalla se iluminó mostrando una figura con capa blanca y rostro cubierto por una máscara dorada.
—Bienvenidos, nuevos convocados.
Soy el Director General de F.O.R.I.S.
Su voz era profunda, firme, como quien no temía al peso del mundo.
—Hoy han dado el primer paso. Pronto descubrirán que los dones que se les han entregado no son simples regalos, sino responsabilidades.
No todos estarán listos. Algunos caerán.
Pero otros…
Otros cambiarán el mundo.
La transmisión terminó. Un silencio reverente llenó la sala.
Izeo apretó la tarjeta en su mano.
Sabía que había mucho que no entendía. Que el camino sería duro.
Pero ahora tenía un lugar.
Un destino.
Y quizás… un propósito.
Mientras los nuevos estudiantes se dispersaban, una figura de traje oscuro observaba desde un balcón alto.
—¿Ese es… el portador del fragmento número doce?
—Sí, señor. Confirmado. Izeo Varneth. El Ver que recibió la Caja Inestable.
—Vigílenlo.
El equilibrio podría depender de él.