EP. 2 ~ La Melodía que Nos Unió

Hace 4 años atrás.

Tenía diez años Soo-min cuando la biblioteca de la escuela dejó de ser, por una tarde, solo un reino de libros silenciosos. Se había transformado. Las pesadas mesas de lectura habían sido empujadas contra las paredes, y hileras de sillas plegables ocupaban el espacio central, todas mirando hacia un pequeño escenario improvisado cerca de los ventanales. Hoy, la Orquesta Municipal Juvenil ofrecía un concierto especial, y el aire olía menos a papel y más a la laca del pelo de las madres y al murmullo expectante de decenas de niños.

—Date prisa, Soo-min, o nos quedaremos atrás —la apremió su madre, alisándole el cuello del vestido mientras la guiaba entre la multitud—. ¡Ah, mira quién está aquí! ¡Ji-young!

La señora Kim saludó con entusiasmo a otra mujer que sostenía de la mano a un niño de aspecto un poco inquieto, con el pelo rebelde y ojos vivaces que parecían querer absorberlo todo. Era Lee Hyun-woo, aunque Soo-min aún no lo sabía.

—¡Eun-hee! ¡Qué sorpresa! —respondió la madre de Hyun-woo—. ¿También trajiste a Soo-min? Hyun-woo no quería venir, pero le dije que la música amansa a las fieras —rió, revolviendo el pelo de su hijo, quien hizo una mueca.

Mientras las madres se ponían al día rápidamente, encontraron asientos juntos en una de las filas centrales. Por pura casualidad de cómo se acomodaron, Soo-min terminó sentada justo al lado de aquel niño de ojos curiosos. Se lanzaron una mirada fugaz, tímida y sin palabras, como suelen hacer los niños que no se conocen pero son conscientes de la proximidad del otro. Luego, ambos desviaron la vista, Soo-min concentrándose en el estampado de flores de su propio vestido y Hyun-woo mirando fijamente los violines que descansaban en el escenario.

Las luces bajaron un poco y el director de la orquesta saludó. Pronto, el aire se llenó de música. Eran melodías clásicas, algunas suaves y otras vibrantes. Soo-min, que normalmente encontraba consuelo en el silencio de la biblioteca, se sintió arrullada por las notas del violonchelo y el fluir de los violines. El concierto era hermoso, pero la calidez de la sala, la multitud y el sonido envolvente empezaron a pesarle en los párpados. Luchó por mantenerlos abiertos, pero la música era una nana demasiado poderosa. Su cabeza empezó a cabecear suavemente.

Hyun-woo sintió un ligero peso en su hombro derecho. Giró la cabeza lentamente y vio la coronilla de Soo-min apoyada allí, su respiración tranquila y profunda. Se quedó muy quieto, sorprendido. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Apartarla? ¿Llamar a su madre? Miró de reojo a las dos mujeres, que estaban enfrascadas en una conversación susurrada. Parecieron notar la escena, porque su madre le dedicó una sonrisa cómplice y la señora Kim ahogó una risita tras la mano. Hyun-woo sintió que sus orejas ardían un poco, pero decidió no moverse. Era extraño, tener a esa niña desconocida durmiendo sobre él, pero tampoco era desagradable. Olía a champú de manzana. Se quedó rígido, mirando al frente, sintiendo el ritmo suave de la respiración de ella contra su hombro.

El concierto llegó a su fin entre aplausos entusiastas. Las luces volvieron a iluminar la sala por completo.

—Soo-min, cariño, despierta. Ya ha terminado —la llamó su madre suavemente, tocándole el brazo.

Soo-min parpadeó, desorientada. Le tomó un segundo darse cuenta de que no estaba apoyada en el respaldo de la silla, sino en algo más cálido y… diferente. Levantó la cabeza bruscamente y vio al niño de ojos vivaces mirándola con una expresión indescifrable, una mezcla de sorpresa y alivio. Se apartó de golpe, sintiendo un calor repentino en las mejillas. ¿Se había quedado dormida… sobre él? ¡Qué vergüenza!

—Vámonos, que se hará tarde para la cena —dijo la señora Kim, levantándose y despidiéndose de su amiga—. Dile adiós a Hyun-woo, Soo-min.

Soo-min apenas pudo murmurar un adiós casi inaudible, sin atreverse a mirar directamente al niño. Mientras salían de la biblioteca y volvían al bullicio familiar de la calle, su madre le dijo con un tono divertido:

—Vaya siesta te echaste, ¿eh? ¿Sabes sobre quién te quedaste dormida?

Soo-min negó con la cabeza, deseando que la tierra la tragara.

—¡Sobre Lee Hyun-woo! El hijo de Ji-young. ¿No es gracioso? Parecíais una parejita.

Soo-min sintió que se sonrojaba aún más. Lee Hyun-woo. Así que ese era su nombre. El niño de ojos curiosos y pelo rebelde sobre cuyo hombro se había quedado dormida en medio de un concierto. La imagen quedó grabada en su memoria: la música, la vergüenza, y ahora, un nombre para esa cara.

No volvieron a hablar en mucho tiempo después de eso, pero cada vez que sus miradas se cruzaban en los pasillos de la escuela en los años siguientes, Soo-min no podía evitar recordar aquella tarde en la biblioteca. El concierto, el sueño inesperado, y el hombro cálido de Lee Hyun-woo, el primer chico cuyo nombre asoció con una sensación tan extraña y embarazosa. La base de su silencio compartido había sido, irónicamente, una melodía y una siesta imprevista. 😴🎶😳