El sendero se estrechaba conforme avanzaban. La maleza era más densa y los árboles parecían inclinarse sobre ellos, como si quisieran engullirlos. La luz de la mañana apenas lograba filtrarse entre las hojas, proyectando sombras alargadas sobre el suelo húmedo.
Kaoru tropezó con una raíz expuesta, pero Tsukihiko lo sostuvo antes de que cayera.
—Cuidado —murmuró.
El niño solo asintió, apretando más fuerte su mano.
El Contacto iba adelante, moviéndose con la facilidad de alguien que conocía bien el terreno. Su silueta se desdibujaba entre la niebla, pero su presencia seguía siendo una guía silenciosa.
—Nos están siguiendo.
Tsukihiko se tensó ante las palabras del Contacto.
—¿Desde hace cuánto?
—Desde que dejamos la posada —respondió el hombre sin voltear—. Pero ahora están más cerca.
Kaoru se aferró aún más a su brazo.
—¿Quiénes son?
El Contacto se detuvo y giró levemente la cabeza.
—Cazadores.
Tsukihiko sintió un escalofrío recorrer su espalda.
No era inesperado. Sabía que el Consejo Alfa no dejaría que Kaoru escapara tan fácilmente.
—¿Cuántos?
El Contacto cerró los ojos por un instante, como si estuviera midiendo algo en el aire.
—Tres. Quizás cuatro.
Tsukihiko miró a Kaoru. No podía pelear mientras protegía al niño.
El Contacto pareció notar su preocupación y suspiró.
—Sigan avanzando. Yo me encargo.
—¿Solo tú?
El hombre sonrió con suficiencia.
—No soy un simple informante, cachorro.
Sin esperar respuesta, se giró y desapareció entre los árboles.
Tsukihiko tragó saliva y tomó a Kaoru en brazos.
—Vamos.
Corrieron.
Los arbustos arañaban su ropa y las ramas crujían bajo sus pasos apresurados. Kaoru se aferraba a su cuello, con la respiración agitada.
Entonces, un ruido.
No un simple crujido de ramas, sino un sonido calculado.
Un cazador.
Tsukihiko apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando una sombra cayó sobre ellos.
Rodó por el suelo, protegiendo a Kaoru con su cuerpo.
Una garra afilada se clavó en la tierra donde habían estado un segundo antes.
Tsukihiko alzó la vista.
Un cambiaformas de ojos dorados lo observaba desde una roca, su forma apenas humana, con garras y colmillos listos para desgarrar.
—Vaya, vaya… si no es el cachorro perdido —se burló el cazador.
Tsukihiko se puso de pie lentamente, asegurándose de mantener a Kaoru detrás de él.
—No tienes que hacer esto —dijo, midiendo sus opciones.
El cambiaformas sonrió, mostrando sus colmillos.
—Es gracioso que creas eso.
Se lanzó sobre él.
Tsukihiko reaccionó por instinto.
Esquivó el primer golpe y sacó la daga que llevaba oculta en su bota.
El cazador giró sobre sí mismo y lanzó un zarpazo que apenas logró bloquear con la hoja.
Chispas saltaron cuando las garras chocaron contra el metal.
Pero el oponente era más fuerte.
El impacto lo lanzó contra un árbol.
Kaoru gritó su nombre.
Tsukihiko apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento antes de que el cazador se preparara para otro ataque.
Pero entonces…
Un silbido cortó el aire.
El cambiaformas gruñó y se tambaleó hacia atrás.
Una daga estaba clavada en su hombro.
Tsukihiko reconoció el arma.
El Contacto había vuelto.
—Te dije que siguieras corriendo, cachorro —dijo el hombre, caminando con calma entre los árboles.
El cazador maldijo y trató de arrancarse la daga, pero el Contacto ya estaba sobre él.
En un par de movimientos, lo derribó.
El sonido de huesos quebrándose resonó en el aire.
El cazador dejó escapar un último jadeo antes de desplomarse.
Silencio.
El Contacto se sacudió el polvo de la ropa y se giró hacia Tsukihiko.
—Te dije que no te detuvieras.
Tsukihiko lo miró con el ceño fruncido.
—No tuve opción.
El hombre suspiró y miró el cuerpo en el suelo.
—Quedan dos. Debemos movernos.
Tsukihiko asintió y tomó a Kaoru de la mano.
Siguieron avanzando, sin voltear atrás.
El Santuario estaba cada vez más cerca.
Pero también lo estaba el peligro.