Capítulo 1: La Flor que Cayó del Cielo

El cielo estaba enrojecido cuando Ayla terminó de recoger las últimas manzanas del huerto. La brisa de la tarde mecía su vestido verde y desordenaba los mechones castaños que se escapaban de su sombrero. La joven suspiró al ver cómo los primeros luceros parpadeaban en el firmamento. Siempre le había parecido que, al anochecer, el mundo se llenaba de secretos esperando a ser descubiertos.

Ese día, sin embargo, algo diferente ocurrió.

Mientras caminaba de regreso a casa, su canasta llena de frutas balanceándose en su brazo, una luz brillante cruzó el cielo, dejando una estela dorada. No era una estrella fugaz común. Era más grande, más cercana… y descendía directamente hacia el Bosque de los Suspiros, ese lugar al que los ancianos del pueblo siempre le habían prohibido acercarse.

Ayla se detuvo, su corazón palpitando de emoción. ¿Una estrella cayendo al bosque? ¿No era eso algo de lo que sólo hablaban las leyendas?

—Solo voy a mirar —se dijo en voz baja, dejando la canasta en el suelo y echando a correr hacia la espesura.

El Bosque de los Suspiros estaba envuelto en una niebla ligera, que hacía que los árboles parecieran bailar en las sombras. Ayla avanzó despacio, guiada por el leve resplandor que pulsaba entre los arbustos. Cada paso la alejaba un poco más de la seguridad del pueblo... y la acercaba a algo mágico.

Finalmente, en un claro escondido, la vio.

Una flor.

No una flor cualquiera, sino una flor luminosa, de pétalos blancos que centelleaban como estrellas diminutas. Flotaba ligeramente sobre el suelo, y al acercarse, Ayla pudo sentir un suave calor que le acariciaba la piel, como un abrazo de verano.

—¡Una estrella de verdad…! —susurró, sus ojos abiertos de asombro.

Extendió la mano temblorosa y, al rozar uno de los pétalos, una pequeña chispa de luz saltó hacia su pecho. Ayla sintió cómo algo en su interior vibraba, como si una melodía olvidada hubiera despertado en su corazón.

De repente, una voz suave y apenas perceptible resonó en su mente:

"Guardián elegido… devuélveles sus sueños…"

Ayla dio un paso atrás, parpadeando confundida. ¿Había sido su imaginación? ¿O la flor… había hablado?

Antes de que pudiera reaccionar, la luz se extendió a su alrededor, y el claro cambió ante sus ojos. Ya no estaba rodeada de árboles normales, sino de cientos —¡miles!— de flores luminosas, cada una distinta, vibrando con colores que nunca había visto antes. Era un jardín secreto, oculto al mundo… y ahora, de alguna manera, ella formaba parte de él.

—¿Devolver sueños…? —murmuró, mirando la flor en su mano.

Sintió un cosquilleo de emoción recorrer su columna. Siempre había soñado con vivir una aventura, hacer algo importante. Y ahora, parecía que el universo había escuchado su deseo.

Ayla apretó los labios con determinación. No sabía cómo ni por qué había sido elegida, pero sí sabía algo: no pensaba huir de esa oportunidad.

—Está bien —dijo, sonriendo mientras guardaba la flor brillante en su bolso de cuero—. ¡Acepto el desafío!

Sin saberlo, con esa simple promesa, Ayla dio el primer paso hacia un viaje que cambiaría no sólo su vida, sino también la de muchos otros.

El Jardín de las Estrellas acababa de encontrar a su nueva guardiana.