El capullo de Ramiro ronca que da gusto. Me dan ganas de aplastarle el cojín contra la cara y me doy cuenta de que voy a estar los próximos tres meses aguantando esta cacofonía. A Héctor, el otro tipo que apenas ha hablado desde que entró en la habitación parece no importarle, duerme con el antifaz y los cascos puestos. Es una idea cojonuda, tengo que hacerme con uno de esos.
Sé que el colegio tiene en algún lugar una tienda de enseres básicos donde poder abastecernos de varias cosas mientras estemos encerrados aquí. Mañana a primera hora le preguntaré a Jake, que seguro que sabe dónde está.
Hemos estado hablando toda la tarde. Es un buen chaval, me lo imaginaba, pero ahora me siento afortunado de haber acabado al menos con un normal en mi círculo. Los otros dos, Zacarias y Ramiro, el chavalito y el viejales que está roncando a mi lado como una banda de trombones, se han pasado toda la tarde pegaditos a nosotros, hablando de videojuegos. Eso me ha sorprendido, no me esperaba que don Ronquidos fuera un fan de los Call of Duty. Parece que han hecho buenas migas, y bueno, tampoco es que me pueda poner muy tiquismiquis, no soy especialmente sociable.
La cena, al menos ha sido normal. Bueno, todo lo normal que resulta ver a docenas de personas comiendo con las manos. Al parecer, esta práctica nos ayudará a “despertar” los sentidos. El menú constaba de tortilla francesa y ensalada, así que ha sido toda una experiencia. A parte de una soberana guarrada, poco sentido me han despertado. Tengo un dolor de cabeza que no termina por calmarse, por lo que me he metido en la ducha y después en la cama, más pronto que nunca. Definitivamente ir a la escuela es algo que cansa mucho, ya vuelvo a mis hábitos de niño bueno. Mi madre estaría orgullosa de mí. Si no fuera por lo de la escuela del sexo, claro.
Ha sido un locurón total. Sin posibilidad de dormirme pronto, le doy vueltas en la cabeza a lo que he vivido en las últimas horas. ¿Fue esta mañana cuando conocí a Vera? ¿O hace años, décadas, siglos? Ni en mis fantasías mas locas me hubiera imaginado que acabaría saboreando la preciosa piel de alabastro de una hadita como ella. La boca me saliva al recordar su exquisito olor, esa dulzura que parece extenderse por sus ojos alegres.
Reflexiono sobre todo lo ocurrido. El colegio es una mierda, sí, los profesores unos déspotas, más raros que un perro verde, aunque he podido presenciar a hermosas mujeres desnudas corriendo, con sus pechos saltando a cada paso largo. Lo de los clubes ha sido un error, aunque las clases han sido mucho más educativas de lo que me esperaba en un principio. Sí, he visto a Jake con la pilila al aire, pero también he tenido a Vera mordisqueándome el dedo gordo del pie. Y creo que eso compensa con creces lo anterior.
Recuerdo su grito ahogado al correrse por la mano del Vikingo, Satn, el supervisor de nuestro dormitorio y siento cómo el pijama me aprieta. El capullo me han guiñado un ojo esta noche al pasar ronda por las habitaciones. Resulta que era verdad y eso me acojona un poco. Le veo capaz de todo si ha logrado en unos pocos minutos hacer que una desconocida acceda a mantener tocamientos en público.Y con qué rapidez ha alcanzado el éxtasis. A mí me hubiera llevado muchísimo más tiempo, si es lograba encontrar el dichoso punto G.
Por debajo de las mantas, mi pene crece al recordar los espasmos de placer. Su imagen se ve sustituida por el temblor de la chica que hacía de bandeja de los pastelitos de fresa. Puedo recordar la tersura de su piel bajo mi lengua, el dulzor del almíbar cayendo en regueros dorados hacia su vagina. Cómo me hubiera gustado profundizar allí con mi boca.
Mi mano se ha disociado de mí, y está pajeándome. Vuelvo al momento en el que el tutor me tocó los pezones y masajeó mi cuello. Eso ha sido raro, pero no me detengo. Me imagino a Vera, en el mismo sillón del profe en el que han logrado que me corriera, con las piernas abiertas a cada lado. Sus pechos, inmensos, llenan mis manos y aún sobran. Se está tocando para mí, mirándome a los ojos mientras va introduciendo uno a uno sus dedos. Suelta esos gemiditos de ardilla que tanto me ponen, y el olor del sudor se une al del flujo que le corre por las piernas y gotea en el suelo.
Acelero el ritmo, recorriendo toda mi polla en movimientos fuertes, perdido en mis ensoñaciones. Es como si me estuviera pajeando al mismo tiempo que ella se toca, que mete toda su mano en esa diminuta cavidad mientras que con la otra frota su clítorix, fuera de sí., Ya no gime, grita, y está implorando mi nombre. Sus ojos están pidiendo más, me están pidiendo a mí, pero me recreo en la sensación de poder que me da saber que lo desea tanto y yo puedo dárselo. Me quedo plantado allí, y con la mano libre me toco los pezones, lo que veo que le encanta, le excita, y a mí me recorre un estremecimiento al sentir lo cerca que me encuentro de correrme. Tengo la polla tan palpitante que las venas de mi base parecen a punto de explotar. Pero aún no, tengo que verla correrse, quiero que lo hagamos juntos. Así que me detengo ahí, imaginando como ella jadea y chilla, y bajo mi escrutinio, suplica y finalmente, se corre. Su grito agudo de placer es todo lo que necesito para acabar corriéndome en mi mano.
Hostia.
Joder.
Eso ha sido… guau.
Miro mi mano cubierta de semen, apenas perceptible en la poca claridad que da el cargador del móvil del callado, pero lo siento y no me da asco como otras veces. Ha sido súper intenso. Jamás me había hecho una paja como esta. Tocarme los pezones sí que ha supuesto una diferencia abismal. Gracias, escuela de sexo.
Y este solo ha sido el primer día.
Me limpio con un pañuelo, me pongo en orden en silencio. Giro sobre mí mismo para taparme la cabeza con la almohada y amortiguar los ronquidos de mi compañero y me duermo con una sonrisa, esperando que llegue mañana.