Una conexión del pasado

Las palabras de Gabriel siempre le traían paz mental a Amelie. Incluso ahora, cuando él la tranquilizaba, ella no pudo evitar rodearlo con sus brazos en un cálido abrazo.

—Gracias —susurró ella, con la voz temblorosa. La abrumadora oleada de emociones, intensificada por los cambios hormonales en su cuerpo, hizo que las lágrimas rodaran por sus mejillas, aunque no había querido llorar.

Gabriel suspiró suavemente, abrazándola mientras le daba suaves palmaditas en la espalda. Podía oír sus sollozos silenciosos. Después de un momento, se apartó lo suficiente para acunar su rostro, su pulgar limpiando sus lágrimas con cuidado.

—No necesitas llorar —murmuró él, sus ojos violetas fijándose en los de ella—. Esta es una ocasión feliz.

—Lo sé —ella bajó la cabeza.

Después de que se calmó, Gabriel dijo:

—Vamos a dormir entonces.