Gabriel se inclinó, nivelando su rostro con el de Amelie. Podía sentir la sutil tensión en sus nervios.
—Tienes una resistencia impresionante —murmuró, aliviando el peso de sus feromonas. Un toque de curiosidad coloreó su voz—. ¿Cómo te entrenaste para resistirlo?
—No lo hice —respondió Amelie suavemente, sus labios rozando los de él en un suave beso—. Solo soy... cuidadosa —añadió.
Los ojos violetas de Gabriel brillaron con diversión.
—¿Cuidadosa de no ser arruinada por mí? —bromeó, sus dedos deslizándose delicadamente por los contornos de su rostro antes de detenerse bajo su barbilla, levantándola ligeramente.
Amelie atrapó su labio inferior entre sus dientes, un leve rubor subiendo por sus mejillas.
—¿No estás cansado? Deberíamos dormir. Ya es muy tarde —dijo, terminando su frase con un suave bostezo mientras cubría su boca con una mano.
Gabriel se rió.
—Tú eres la que está cansada.
—Hmm —murmuró ella—. Pero si quieres que me mantenga despierta...