Alex se desplomó en la silla y revisó el teléfono, que había estado sonando continuamente durante un rato. Ya estaba exhausto por el trabajo de todo el día, pero Flora no dejaba de molestarlo.
Respondiendo su llamada, se llevó el teléfono al oído.
—¿Dónde estabas? No contestaste ni una sola llamada, ni respondiste ninguno de mis mensajes. ¿Qué estás tramando, Alex? —Flora escupió enojada desde el otro lado.
—He estado trabajando. Si no contesto la llamada, deberías entender que estoy ocupado —le dijo Alex, pero sin levantar la voz. No podía porque ella era su Luna, su pareja elegida. Sin embargo, en el fondo, recordó a Amelie, quien nunca lo habría molestado así.
«Mierda, no debería recordar a esa perra. Por su culpa, casi pierdo la vida», pensó Alex.
—Lo siento. ¿Debería ir para allá? Te daré un masaje en la cabeza —dijo Flora, sonando un poco preocupada.