Crimen contra la corona

Samyra mantuvo sus dedos sobre el número de teléfono fijo, la única manera en que podía contactar a Amelie. Marcó el número y mantuvo su mano en la barandilla, esperando que alguien contestara la llamada.

Un sirviente respondió la llamada.

—Hola, soy Samyra Conley. ¿Puedo hablar con mi hija, Amelie? —solicitó humildemente.

—Lo siento, señora —respondió el sirviente—. Pero el Príncipe Gabriel ha dado órdenes estrictas. La Señorita Amelie no debe ser molestada por nadie afiliado a la familia Conley.

Antes de que Samyra pudiera insistir más, la línea se cortó.

Miró el número con incredulidad y llevó su mano a su cabeza, sintiéndose culpable por todas sus acciones.

—Querida, ¿qué haces sola aquí en el balcón? —preguntó David mientras entraba. Caminó hacia Samyra y vio el teléfono en su mano—. ¿Intentaste contactar a Amelie otra vez? —inquirió.