Amelie lo miró fijamente.
—Tú eres mi hogar, así que no hay duda de dejarte.
Gabriel sonrió ante su respuesta. Por un momento, permanecieron en ese lugar antes de regresar a la mansión.
—¡Buenas noches, Gabriel! —dijo Amelie, queriendo dirigirse a su propia habitación. Esta noche Gabriel no le impidió dormir sola porque tenía cierto trabajo fuera y no deseaba que Amelie lo supiera.
—Hmm. Buenas noches —dijo Gabriel y ambos se fueron a sus respectivas habitaciones.
Amelie se refrescó y se cambió a su ropa de dormir. Mientras se sentaba frente al espejo, bajó su camiseta desde el cuello para mirar su marca. La tocó, sintiéndose alegre. Se quitó los pendientes y apagó las luces antes de irse a la cama.
Sin embargo, el sueño no llegaba a sus ojos. Solo se revolcaba en la cama, sintiendo de repente un antojo por algo dulce.