La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas, proyectando un suave resplandor en la habitación. Amelie se despertó, con una sensación de calma que la invadía, hasta que notó la presencia de alguien a su lado. Sus ojos se abrieron ligeramente cuando vio a Gabriel acostado en la misma cama.
«¿Cuándo vino aquí?», susurró para sí misma, con el corazón palpitando de sorpresa.
Su mano se movió por sí sola, sus dedos rozando su frente antes de deslizarse en su cabello con un toque delicado. Los mechones se sentían suaves bajo sus dedos.
«¿Te resultó difícil dormir sin mí, Gabriel?», se preguntó en silencio, sus labios curvándose en una leve sonrisa.
Su aroma almizclado la rodeaba, haciéndola sentir inexplicablemente segura y cálida. Cerró los ojos nuevamente, solo por un momento, permitiéndose disfrutar de la paz.
Amelie se movió silenciosamente fuera de la cama y fue al baño.