Mabel miró con furia a su esposo, el Rey Raidan, quien sostenía delicadamente una invitación de boda entre sus dedos.
—Mira, querida —dijo Raidan, incapaz de ocultar la alegría en su voz—. Gabriel nos envió la primera invitación de boda. ¿No es maravilloso?
La expresión de Mabel se oscureció, sus labios se apretaron en una línea delgada. —¿Maravilloso? —se burló—. No hay nada maravilloso en esto. Nunca aceptaré a Amelie como la nuera de esta familia.
La sonrisa de Raidan se desvaneció mientras exhalaba pesadamente, sus hombros cayendo. —Mabel, por favor. Solo te estás lastimando a ti misma, y a Gabriel. Te lo he dicho antes, no deberías confiar en miedos infundados. No tenemos prueba de lo que dijo la difunta Alta Sacerdotisa.