Para presionar a su padre

La mano de Gabriel se deslizó de vuelta a su muslo, dándole un tierno apretón mientras sus labios continuaban su lento tormento a lo largo de la curva de su garganta.

Su blusa se deslizó de un hombro, dejando al descubierto la marca que él había dejado en ella, la huella brillante de su vínculo.

—¿Por qué no me detienes? —susurró Gabriel contra su oído. Su cálido aliento acarició su piel, enviando un escalofrío por su columna vertebral.

Amelie giró ligeramente la cabeza, su mirada encontrándose con la de él.

—Yo... no quiero que te detengas —respiró.

Gabriel presionó suaves besos en cascada a lo largo de su mandíbula—. Entonces, cuando Albus venga a llamarnos para cenar, responderás, ¿verdad? —murmuró en un tono juguetón.

Amelie dejó escapar un suave suspiro, sus dedos rozando el hombro de él mientras inclinaba ligeramente la cabeza hacia atrás—. Has arruinado completamente el ambiente —murmuró, con un ceño juguetón tirando de sus labios.